¿Cómo podemos acercarnos a Jesús en nuestra época? Cuando estaba en la tierra “se sentó a la mesa de los pecadores” 1. Fue un Maestro accesible. ¿Pero nosotros tenemos la misma posibilidad?

Una muerte y una resurrección anunciadas de antemano.

Para contestar esta pregunta partimos de la convicción que Jesús no está muerto. Creemos que sigue siendo el Mismo Maestro cercano a los hombres que era, desde la época en que pisaba la tierra en un cuerpo humano, hasta ahora. Él mismo no consideraba que la muerte pondría un fin definitivo a su vida o su misión. De hecho, durante su vida terrenal en varias oportunidades predijo que sería entregado a las autoridades, sufriría y moriría a sus manos, pero luego resucitaría para nunca más volver a morir (ver por ejemplo, Marcos 8.31, 9.30-32, 10.32-34).  ¿Es lógico pensar que Jesús hizo estas predicciones? ¿Y si efectivamente las hizo, ¿por qué vamos a confiar en ellas?¿Se cumplieron? Iremos contestando por partes.
La confiabilidad de la predicción de parte de Jesús de su propia resurrección, y su cumplimiento, pueden constatarse por medio de pruebas fehacientes. Hoy consideremos una, la que se encuentra dentro de los mismos evangelios 2 y puede llamarse la prueba paradójica.

¿Usaba paradojas Jesús?

Paradojas son “expresiones o hechos aparentemente contrarios a la lógica”, o “frases que encierran una aparente contradicción entre sí, como por ejemplo, ‘mira al avaro, en sus riquezas, pobre’ ”. (Real Academia Española). Lo importante de esta aparente contradicción es que comunica una verdad. Un avaro tiene riquezas pero como ser humano puede ser considerado pobre, un miserable.
En las palabras registradas de Jesús la paradoja es evidente. A veces estas aparentes contradicciones se ven en la manera en que Jesús mira las circunstancias cotidianas. Por ejemplo, una viuda pobre que ofrenda como limosna en el templo dos moneditas de escaso valor “da mucho más que los ricos”…porque dio todo lo que tenía para vivir. O una niña de doce años que acaba de morir, para Jesús “está dormida”, ya que sabe que en pocos minutos la resucitará.
Otras veces lo paradójico se hace presente en las enseñanzas de sus sermones o en diálogos que surgen en distintas situaciones. Es como si él viera este mundo como el “reino del revés” y su visión del reino de Dios como la verdadera realidad. Es debido a la óptica de Jesús, que ve desde este segundo plano, que sus afirmaciones suelen ser verdaderas paradojas. Por ejemplo:

“El último será el primero”
“El primero será el último”.
“Amen a sus enemigos…”
“Den y les será dado”.
“El que se enaltece será humillado”.
“El que se humilla será levantado”.
“El más importante entre ustedes será su siervo”.
“El que pierde la vida la encontrará”.

Si nos ponemos a pensar, sabemos que en el mundo en que vivimos…
…el último suele seguir siendo el último, y el que llega primero, el primero.
…amor y enemistad son términos opuestos.
…si uno “da”, ya no tiene lo que dio. No necesariamente recibirá algo para reemplazarlo.
…los que se enaltecen no suelen bajar de su posición de supuesta superioridad.
…los que se humillan, normalmente terminan quedándose abajo.
…los que se consideran importantes no siempre sobresalen por una actitud de servicio.
…y, el que pierde la vida….bueno, la perdió. No hay escapatoria.

Enseñanzas paradójicas, y la paradoja más grande de todas.

En “el reino de Dios” se ve que lo que habitualmente vivimos no corresponde a la realidad que Jesús transmitía.  Él incluyó la última paradoja mencionada, “el que pierde la vida la encontrará” dentro del contexto del primer anuncio de su propia muerte y resurrección. De las palabras registradas de Jesús, el hecho de afirmar que iba a morir para luego vivir son las más contrarias a la lógica.
En esta primera vez que Jesús explica abiertamente a sus apóstoles que la misión del Mesías es ser rechazado, morir y resucitar, también agrega que el que quiere ser su seguidor debe “cargar” con su propia “cruz” 3 para,  de esta manera, “encontrar” la vida (Mateo 16.21, 24-25). Claramente una paradoja, pero totalmente coherente en el contexto de lo que Jesús acaba de decir acerca de su propia muerte y resurrección. En otras palabras, la misión contradictoria del discípulo, la de cargar con la cruz y así perder la vida para poder encontrarla, encaja perfectamente con la manera paradójica en que Jesús a veces enseña. Es una contradicción que encierra una verdad: así como el Mesías morirá y resucitará; sus discípulos deberán cargar con su propia cruz, morir, y así encontrar la vida. Es decir, dentro de esta práctica habitual de recurrir a lo aparentemente contradictorio, Jesús anuncia la paradoja más grande: para vivir para siempre él primero debe morir. Su propia muerte y resurrección se anuncian de una manera que se introduce perfectamente dentro de lo paradójico tan común de sus enseñanzas. Es decir, si sus enseñanzas son auténticas, el hecho histórico de la predicción de su resurrección también lo es. No podemos separar las enseñanzas de Jesús como Maestro, del hecho de que él mismo creía que iba a ser crucificado y luego resucitar. En realidad, si él consideraba que eran genuinas sus enseñanzas, también era completamente sincero en cuanto a la predicción que iba a volver de los muertos el tercer día. Muchos reverencian a Jesús solamente como Maestro; y él mismo no solamente aceptaba este título sino, además, pretendía identificarse con el único que podía vencer la muerte definitivamente: Dios mismo.

Una predicción que estaba presente desde el comienzo.

Desde el comienzo de su ministerio4 , la paradoja de una vida resucitada después de la muerte estaba en la mente de Jesús. Por ejemplo, la primera vez que corrió a los mercaderes corruptos del templo, las autoridades exigieron una señal de su autoridad para obrar así. Les contestó con palabras contrarias a la lógica: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”. Para las autoridades que escucharon esta respuesta, pareció por lo menos un disparate. “Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto y creyeron…” (Juan 2.21-22). Entendían que Jesús no se refería al templo que acaba de limpiar de mercaderes, sino del cuerpo humano donde el Logos

5 se hizo carne (Juan 1.1-2,14).

¿Qué importancia tiene?

Podemos sacar como conclusión que  Jesús estaba convencido que después de muerto volvería a la vida, resucitaría.  Esta predicción encaja demasiado bien con el frecuente estilo paradójico de Jesús para no ser auténtica. Y si sus enseñanzas son verdaderas, y dignas de nuestra confianza, ¿cómo separaríamos esta predicción del resto de sus palabras? Y si se cumplió, si está vivo, volvemos a la pregunta ¿cómo podemos encontrarnos con Él en la actualidad? El primer paso de nuestra respuesta es aceptar que vive. Y si está vivo, ¿por qué sería tan difícil encontrar a un Ser que no reconoce límites humanos? Pasaremos al “cómo” en la próxima entrega.

Agradecemos a Damián por su pregunta que motivó esta serie. 

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